Gente de terno y falda larga sale
de la esquina, un poco más al centro un grupo de jóvenes discuten si comprar
cerveza o comida. Un pequeño local vende pequeños papeles a pequeños sujetos. El
destino de esos papeles es bien sabido; arder a combustión lenta. Giro mi
cabeza y veo como gente entra y sale de la municipalidad. Lo tragicómico es que
nunca he visto entrar ni salir a quien corresponde. Al costado de la
municipalidad veo gente pasar, persignándose al caminar por fuera de la casa de
Dios, rara vez entran. Y sí, el mismo Dios que la gente de terno y falda larga
acababa de adorar. Me aburrí de observar, el hambre asecha. Pido permiso a los
skaters y amigos raperos al costado de la pileta. Mi salvación se encontraba
unos metros más al centro, Pablito y sus papas fritas seguían ahí.
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